viernes, mayo 12, 2006

Grandes Minucias Inmerecidas.

El siguiente escrito no implica un cambio de postura. Me fui para nunca mas volver. Sin embargo, hay codigos de vida que no pueden dejar de respetarse. Ayer, hoy y siempre.
Alejado del mundo que me rodea voy construyendo junto a ella el camino que nos conduzca hacia nuestro propio universo. La felicidad jamás podrá cegar al espectro justiciero de Girfurban, sobre todo cuando la generosidad del socorrista no se merece tamaña cantidad de pastillas. Espoleado por un conjunto de buenas intenciones, el fraterno jurista tomo su canoa y se digno a naufragar en su chifladura. El gusano –mugriento ser parasitario que destruye la sustancia del bien nacido- encontró un nuevo sonajero y mostró todo su encanto mientras disimulaba sus cráteres emocionales –desvariando en su aturdida calesita sentimental- . Misericordioso como pocos, el flaco aguanto el peso de su cuerpo mientras los clavos se iban oxidando con cada desaire. No hay momentos para respirar, ni tiempo para inventar. El celular, (agenda parlanchina y soez que retiene en su chip “Mamucha” los números de mis inadaptados) suena y suena al ritmo de su corazón. Lamento decir que estoy cansado, porque jamás creí que podría llegar a estarlo. Si vos no estas bien, si necesitas tiempo, si tu chapista no conoce ni sabe como enderezar tus apuntes, allí esteremos para darte una mano pero…la pelota no se mancha. No exijo que se me de la razón, por el simple hecho de que casi nunca la tengo (me acostumbré a vivir con ese karma). No juegues con fuego. No mas, porque si una sola llaga llegase a adornar músculo impulsor del padrino de mi de descendencia, nada ni nadie quedara en pie para contarlo