viernes, febrero 17, 2006

La Jaula Rocosa y su fetiche predilecto.(Leyenda de Una Baronesa Ambiciosa)

Retuviste mi sustancia a tus siniestras entelequias y voluntades durante 6 años (desmedido lapso para una ficción tan inconmovible), sin embargo, hoy puedo verte a los ojos sin deportarte. Amante crónica y enfermiza de este noble caballero de Girfurban, me alejaste de todo tipo de relaciones. Ciclos sucesivos colapsando mi integridad física, moral y mental hasta que una lluvia de proteínas, guarniciones e inmundicias me alejaron de vos. Mis fracasos paralelos (uno que agradezco y otro que sobrellevo) fueron triunfos tuyos gracias a tus axiomáticas destrezas para sojuzgar mi obsesión. Tanto amor, tanta obsesión y confinamiento fueron modificando mis actitudes cotidianas y dejé, por tu culpa, de ser ese tipo feliz que solía ser cuando eras un deseo solamente. Nuestra relación me extinguió. Te di todo y vos (hasta ahora) me sacaste tiempo (valor incalculable es las épocas que vivimos) y no me dejaste entender que vivir solo cuesta vida (Gracias Indio). Sin embargo, siempre fuiste, sos y serás la más linda de todas (mal que me pese) y supongo que de alguna forma te convertiste en el amor de mi vida, teniendo en cuenta lo largo e intenso de nuestra ininterrumpida relación. Hoy te vi nuevamente después de nuestra despedida. Ahí estabas vos, con tus facciones diamantinas y tus cimientos inquebrantables. Ahí estaba yo, mirándote con una fascinación y una incredulidad desmedida. En ese mágico instante, entendí que había sido yo quien se levantó a la mina más difícil del boliche y quien (por propio merito) la dejó. Hoy, la gente me mira distinto y me trata diferente (a pesar de ser el mismo jinete de antaño). En la actualidad, la vida nos separó y nuestros caminos se fueron alejando en el horizonte. Te recuerdo con añoranza pero sin extrañarte. Mujer sin sexo ni ambición, llena de altanería y cognición, te regalé los mejores años de mi vida. No me pidas nada más, porque no te lo voy a procurar (ya me sacaste demasiado).